Cuentan y es verdad, que en aquellos años el Reino de Galicia y la Unión de Territorios Anarquistas Leoneses (UTAL), vivían los momentos más tensos de su historia. Las desapariciones, sabotajes y emboscadas habían hecho que se respirara un ambiente hostil.
La Sierra de Ancares hacía de frontera natural entre estos dos modos de entender el mundo. Desde un lado, se presumía del crecimiento y desarrollo económico y social;desde el otro, del decrecimiento y la felicidad encontrada en ello.
Fidel, vivía en Burbia (León) y era pastor (bueno como dicen en la UTAL, “se dedicaba al pastoreo”, intentan no condenar a la gente con el verbo “ser”, una persona puede ser muchas cosas en la vida). Fidelse levantaba cada mañana y caminaba por la sierra con sus ovejas hasta el pico de Mustallar, una de las cimas más altas de la sierra. Puesto que Fidel pertenecía a la comisión de defensa, mientras acompañaba a su rebaño, observaba cualquier movimiento o cambio en la frontera.
Carlos, vivía en Piornedo (Lugo) y era soldado (el reino le condenaba a “ser”, su padre también lo había sido). Debido a las tensiones entre ambos territorios había sido destinado a la vigilancia nocturna desde el pico Mustallar. Subía al atardecer para pasar allí la noche y bajaba antes del amanecer para que los leoneses no vieran al ejército en la sierra. Cada día, tenía que subir y bajar todo lo necesario para pasar allí la noche.
A Carlos le apasionaba escribir y utilizaba parte de la noche para ello. En una jornada de vigilancia decidió dejar, bajo una piedra, una de las historias que había escrito, con el fin de continuarla al día siguiente, y así evitar perderla u olvidarla en la pensión.
A la mañana siguiente, Fidel, por casualidad, encontró aquella historia y dejó escritas en ellasus impresiones. Con el atardecer llegó la sorpresa para Carlos, al encontrar las anotaciones en su escrito. Así comenzó un intercambio de opiniones, historias de vida, miedos, emociones, sueños… que duraría dos largos años. Años, en los que el único motivo de subir al pico fue la necesidad de ese intercambio.
Nadie sabe lo que sucedió después. Hay quien dice que Fidel nunca existió, que era el mismo Carlos quien necesitaba hablar consigo mismo para encontrar cómo ser feliz.Lo que sí sabemos es que Carlos tomó la decisión de marcharse a León para dedicarse a la escritura, y subir a los picos sólo para ganar perspectiva.
Moraleja: No habrá felicidad plena en ningún pico, por alto que sea, mientras uno no sea feliz en el valle. Subir a los picos más altos sólo debe ayudar a ganar perspectiva.
Por cierto, sabemos que es dudosa la relación de esta historia con la existencia de los famosos buzones situados en las cimas de los picos y que iniciaron la construcción de un mundo mejor. Pero quién sabe.
Este relato forma parte del libro del https://elsoplo.es/
Sergio Carneros Revuelta