Querid@ docente,

Mientras lees este email, tu cabeza comenzará a comparar. La comparación es inevitable, supongo que lo sabes. cuando llegamos a tus manos nos comparaste con tu anterior alumnado, incluso nos llamabas con los nombres del anterior grupo atendiendo a las similitudes, como si todos los despistados se llamaran Luis o todas las chicas vestidas de rosa fueran Elena. Todo lo cotejamos para tener una idea de cómo somos, con quién nos relacionamos, dónde estamos, qué hacemos…

Pero tú me hiciste sufrir. En todo nos comparabas a unos con otros, y de la interpretación que de ello hacíamos, creamos nuestra autoestima, autoconcepto y experiencia.

Las comparaciones son inevitables, pero no su interpretación y su uso. Esto ni te lo planteaste y creías que mostrándonos y alabando los trabajos de los mejores de la clase, y menospreciando los de aquellos que teníamos más dificultades, íbamos a mejorar.

¿Crees que Juan se sale del dibujo porque quiere? ¿O falla en las sumas por gusto? ¿O Raúl es desordenado por placer? ¿O Ricardo no pronuncia bien porque está bromeando? Te prometo que todos hemos querido, deseado y soñado ser como Joel. Yo finalmente vi que esto no era posible y, como cualquier persona, escogí el camino más fácil: ser el mejor en otros aspectos. Así, comencé a ser el más gracioso, el más fuerte, el que decía más palabras de adultos, el que vestía con ropa más moderna, etcétera. Pero ni con todo esto conseguí que tú me valoraras.

Sin embargo, ya poco me importabas (o eso intentaba creer). Encontré a otros que sí me valoraron, así que te sustituí, a ti y a tu escuela. No elegí el mejor camino… Yo no sabía comparar entre caminos, tú sí sabías hacerlo.

Sergio Carneros

Email 10. “Emails a una Maestra”

P.D. Os recuerdo que son publicaciones que buscan provocar para despertar la reflexión. Siento si resulta dolorosa. A mí causa dolor infinito.