Imperialismo cultural desde la escuela

El llamado imperialismo cultural se dio a conocer durante los años 60 y 70 como una forma de imposición ideológica a fin de establecer los valores de una sociedad dominante en una determinada sociedad periférica o dependiente. Los teóricos de la Escuela de Frankfurt a través de la corriente crítica buscaron establecer una relación entre los esquemas de dominación económica globales y el consumo de bienes culturales producidos en los países dominantes (González Urdaneta y Viloria, 2007).

Es lógico esperar que una nación que ejerce influencia económica y política sobre otros países ejerza también sobre ellos influencia cultural. Si se tratase de una influencia recíproca existiría una situación de intercambio cultural equilibrado, legítimo y conveniente. Pero cuando la cultura de un país central y dominante se impone unilateralmente sobre los países periféricos que éste domina a expensas de su integridad cultural, entonces se da el caso de imperialismo cultural. Evidentemente, este último es mucho más frecuente que el primero. (Beltrán y Fox, 1981, pp. 29-30)

El desequilibrio favorable a Estados Unidos en la producción y distribución de contenidos culturales, ha revelado la mundialización o globalización como la máscara de un nuevo imperialismo cultural. De este modo, este proceso de globalización sería contrario a una auténtica diversidad cultural, sobre todo en países fundamentalmente consumidores (países menos desarrollados), y estaríamos ante la imposición cultural de un país sobre el resto del mundo (Mattelart, 2006).

Pero no se trata de países sino más bien de grupos dominantes. Young (2000b) señala que el imperialismo cultural conlleva la universalización de la experiencia y de la cultura de un grupo dominante como norma y representación de toda la humanidad, imponiéndose y discriminando a otros grupos y sus culturas. Los grupos dominantes reservan poco lugar para la experiencia de otros grupos, haciendo referencia a ellos de forma marginal.

Por tanto, el imperialismo cultural provoca injusticia ya que las experiencias e interpretaciones de la vida social propias de los grupos oprimidos cuentan con pocas expresiones, mientras que la cultura dominante impone a los grupos oprimidos su experiencia e interpretación de la vida social (Young, 2000b).

Las políticas y medidas culturales desempeñan un papel crucial en la protección y promoción de las expresiones culturales. En relación a esto, es importante resaltar la Convención sobre la protección y promoción de la diversidad de las expresiones culturales (UNESCO, 2005a). En esta convención se marcan objetivos dirigidos a luchar contra el imperialismo cultural:

  1. Proteger y promover la diversidad de las expresiones culturales;
  2. Crear las condiciones para que las culturas puedan prosperar y mantener interacciones libremente de forma mutuamente provechosa;
  3. Fomentar el diálogo entre culturas a fin de garantizar intercambios culturales más amplios y equilibrados en el mundo en pro del respeto intercultural y una cultura de paz;
  4. Fomentar la interculturalidad con el fin de desarrollar la interacción cultural, con el espíritu de construir puentes entre los pueblos;
  5. Promover el respeto de la diversidad de las expresiones culturales y hacer cobrar conciencia de su valor en el plano local, nacional e internacional;
  6. Reafirmar la importancia del vínculo existente entre la cultura y el desarrollo para todos los países, en especial los países en desarrollo, y apoyar las actividades realizadas en el plano nacional e internacional para que se reconozca el auténtico valor de ese vínculo;
  7. Reconocer la índole específica de las actividades y los bienes y servicios culturales en su calidad de portadores de identidad, valores y significado;
  8. Reiterar los derechos soberanos de los Estados a conservar, adoptar y aplicar las políticas y medidas que se estimen necesarias para proteger y promover la diversidad de las expresiones culturales en sus respectivos territorios;
  9. Fortalecer la cooperación y solidaridad internacionales en un espíritu de colaboración, a fin de reforzar, en particular, las capacidades de los países en desarrollo con objeto de proteger y promover la diversidad de las expresiones culturales. (UNESCO, 2005a, p. 3)

Además, debemos resaltar el principio de igual dignidad y respeto de todas las culturas que refleja la convención y que señala la importancia de la protección y la promoción de la diversidad de expresiones culturales, reconociendo así a todas las culturas e incluyendo aquellas de las personas pertenecientes a minorías y pueblos autóctonos (UNESCO, 2005a).

Carnoy (1977) en su histórica obra “La educación como imperialismo cultural” sostiene que la escuela lejos de obrar como liberadora busca la dominación imperialista a través de la cultura, contribuyendo a conservar una estructura jerárquica. La escuela, en las redes del imperialismo cultural, realiza una función eminentemente de reproducción cultural y social, convirtiéndose así en una simple herramienta instrumental de la cultura (información, conocimiento, ciencia, etcétera.) y del trabajo (Bourdieu, 1977; Lerena, 1985; Merino, 2008, 2009).

Además, según Merino (2009) el academicismo escolar imperante ha dado lugar a una desvirtuación y mal uso del currículo en las instituciones escolares. Esto ha contribuido a reducir la escuela a un instrumento al servicio del conocimiento y de la cultura imperialista en lugar de estar al servicio de la educación. Esta dinámica ha ayudado a construir un hombre ideal y unidireccional que podemos resumir como “homo cognitivo y productor-consumista” (Merino, 2009).

En la escuela se haya cierta contradicción cuando se dice que puede ser transformadora, pues es complicado cuando ésta tramite los patrones culturales dominantes y pertenecientes a las clases privilegiadas.

La cultura se asocia con el poder y la imposición de un conjunto específico de códigos y experiencias de la clase dirigente. Pero además la cultura escolar, no solo sirve para confirmar y privilegiar a los alumnos de las clases dominantes, sino también para permitir, a través de la exclusión y el insulto, desacreditar las historias, las experiencias y los sueños de los grupos subordinados. (Giroux, 1992, p. 29)

Se ha insistido en la gravedad de este imperialismo cultural desde el campo de la educación (Delors, 1996), y desde la reflexión sobre los problemas de los conflictos interétnicos e interculturales (Giddens, 1981, 1997; Maaluf, 1999). Esta situación nos está llevando a una estéril uniformidad de culturas, paisajes y modos de vida (Naredo, 1997). En el mismo sentido Maaluf (1999) señala la importancia de conservar el entorno humano igual que buscamos conservar el natural, y hace referencia a la contradicción de preocuparnos menos por la diversidad de culturas humanas que por la diversidad de especies animales o vegetales.

Para finalizar, siguiendo a Gil y Vilches (2005), recojo algunos de los problemas asociados a esta pérdida de diversidad cultural:

  • La exaltación e imposición de formas culturales (religiosas, étnicas…) contempladas como “superiores” o “verdaderas”, generan conflictos sociales, políticos, movimientos de limpieza étnica, etcétera.
  • La imposición por una industria cultural a través del control de los medios de comunicación genera patrones excluyentes y empobrecedores.
  • La oposición y eliminación del pluralismo lingüístico de poblaciones autóctonas o grupos migrantes, generan fracaso escolar y enfrentamientos sociales.

 

Sergio Carneros

Referencias de los autores/as citados: Aquí

PARA CITAR: CARNEROS, S. (2018). LA ESCUELA ALTERNATIVA: UN MODELO EN BÚSQUEDA DE LA JUSTICIA SOCIAL Y AMBIENTAL. TESIS DOCTORAL. UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID.

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